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En la capital, el caos nos abraza los días de cada día. Personajes muy distintos llenan las calles sin dejar hueco al vacío. La confluencia de culturas mezcla sus costumbres y sus ropajes, sus precarios comercios y la estética de sus construcciones. Los ruidos danzan a ritmos muy distintos. Sin embargo, los domingo Kigali se viste de paz y de orden dando paso a un respiro. Sus habitantes desempolvan sus fracs de quinta mano y construyen vertiginosos turbantes africanos para dirigirse en manada a la Iglesia con el sol de frente. La ciudad se llena de color y sus coros se amplifican entre colina y colina. En esa atmósfera colorista y celestial damos por fin paso a ese respiro y revisamos en nuestras creaciones el caos creativo de toda la semana.