El 24 de abril nuestra pequeña empresa cumplió un año.
Para celebrarlo, organizamos una cena y elegimos el sitio y el día a votación. El ganador fue “Green Corner” un folclórico “cabaret” local donde se pueden degustar los mejores pollos y tilapias a la grill. El día, viernes por la noche.
22 personas nos reunimos aquella noche en un reservado semi-abierto con televisión incluida que Victor - el contable - se había encargado de pedir una semana antes. Juntamos varias mesas redondas, de esas auténticamente africanas de plástico con mantel promocional que gracias a Dios no daba más publicidad a Coca-Cola sino a la cerveza ruandesa “Primus”. Estábamos todos muy emocionados, era la primera cena que compartíamos juntos.
Victor y Warda (la nueva manager) lo habían organizado todo con mucho cariño. Ya teníamos los pollos y tilapias en proceso así como sus acompañamientos; ricas patatas al horno, banana frito y ensalada. En un tiempo de espera record (siendo un restaurante local y ruandés) teníamos las bandejas rebosando. Solo nos faltaba ambientación medieval, una mesa de 5 metros de madera de roble y un rey presidiendo el banqueta antes de hincar diente.
Esperamos a que cada uno tuviera su porción y Antoine y su hija Marie Claire dedicaron unos minutos de silencio a bendecir los alimentos.
Mucho jolgorio, muchas risas. Algunos hablaban en Kinyarwanda, otros en inglés y otros en francés. Musulmanes, pantocratistas, testigos de Jehová, adventistas, católicos… Por inercia, las conversaciones se alinearon y empezamos un juego de preguntas en el que Marc y yo les preguntábamos y uno a uno iban respondiendo. Al acabar, ellos podían preguntarnos a nosotros. Salieron cuestiones interesantes y nos ayudó a conocernos mejor fuera de las paredes de la nave. Cómo potenciar la creatividad en un negocio, por qué elegimos Ruanda o qué estudiamos fueron algunos de los temas que se hablaron.
Al acabar de comer, hicimos entrega a 3 personas del certificado de 1 año en Mille Collines. Antoine, Venant y Victor, nuestros empleados más antiguos. Se emocionaron mucho y se iniciaron los discursos. Sorprendentemente todos quisieron hablar. Se levantaron uno a uno y expresaron sus sensaciones. Fue un momento muy emotivo y se dijeron cosas muy potentes:
Antoine (jefe de taller) : “gracias por el respeto, el valor por nuestro trabajo y la motivación para que seamos siempre mejores.”
Victor (contable): “en mille collines he encontrado una familia. Lo más emocionante es ver cómo todos trabajamos unidos por un objetivo común. Todos somos importantes, desde el cleaner al jefe del taller y a la dirección. Eso dispersa nuestras diferencias y nos sitúa a todos en un mismo plano. ”
Alexie (ayudante de costura): “nunca había trabajado en una empresa donde se me respetara, donde se me considerara tan importante como a cualquier otro, donde se me pagara cada final de mes...”
Mouna (enargada de millecollines Kukua): “estamos consiguiendo algo extraordinario, un producto de calidad hecho en Ruanda. Sois una inspiración para mí y para este país”.
Isidor (encargado de limpieza): “Nunca olvidaré cuanto entré a trabajar y solo estaba Antoine. Cuando miro esta mesa hoy y veo todos los que somos, me emociono. ”
Venant (segundo del taller): “seguiremos trabajando duro día a día…seguiremos persiguiendo KUKUA (en swahili: crecer)”
Marc y yo también hablamos. Prometimos seguir luchando. Seguir buscando gente para enseñarles y mejorar su calidad en el trabajo. Les agradecimos la armonía y el trabajo en equipo. Les explicamos cómo nació millecollines. Un sueño que muchos creyeron que jamás conseguiríamos arrancar, muchos nos advirtieron que crear un equipo sólido sería imposible. Esa noche estábamos sentados como el equipo que somos y ya no era solo nuestro sueño sino el de todos.
Con el subidón emocional inauguramos la tradición; 1 cena en navidad y 1 por cada aniversario. Nos despedimos efusivamente y volvimos a nuestras vidas.
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