Wednesday, September 22, 2010 1 comments

MC STORE in Nairobi (Parte II)

No sé si fue Dios todopoderoso o el llavero herradura de Manolo pero de las tres opciones viables – J, W, V – dos de ellas nos dejaron entrar en la carrera.
W es un centro comercial bastante nuevo; modernérrimo y mega-urbano. Una vez dentro, puedes llegar a olvidar que estás en África. Nike, Converse y un extenso número de franquicias invaden los espacios. Entre franquicia y franquicia asoman tímidamente algunas tiendas “de autor” con una personal selección. El espacio por el íbamos a luchar estaba situado enfrente de un café en la planta 1 dedicada a moda. Perfecto. Nos sentamos con libretilla en mano y nos hicimos los detectives un rato. Apuntamos:
Número de personas que pasan por delante (hombres/mujeres).
Número de personas que podrían ser target mille collines.
Claro, la estampa desde fuera tiene telita. Dos individuos aseaditos sentados en el café sin mirarse uno al otro, apuntando cositas con la vista fija en la tienda de enfrente que para que engañarnos, tenía una selección muy triste y abarrotada de xamarretas made in china que por mucho que rebajaran no se podrían sacar de encima. Esto duró unas dos horas. Obviamente, algunos individuos que estaban tomando café felizmente nos miraban con curiosidad y con cara de no entender nada mientras especulaban sobre qué puñetas hacíamos allí.
El tráfico era escaso y el target casi inexistente. Donde un día estuvo Benetton ahora había unos cartones cubriendo todas las vitrinas. Un tanto desolador.
Por otro lado, management nos recibió con una amplia sonrisa y se mostró interesado por nuestra marca para ese local. Nos dejaron muy claro lo mucho que adoraban las franquicias y el hándicap que suponía que no lo fueramos. Nos pidieron una extensa lista de “cositas”:
Muestras del producto, estrategia de apertura de la primera tienda en Nairobi, estrategia de seguimiento y control. Pim pam.
OK. Seguimos concursando mientras ganamos tiempo para decidir si W es una opción para mille collines.
En contraposición, V es un centro comercial cálido y rústico. Tiene formato de pueblecito de veraneo; obra blanca, fuente, suelo de roca, puentes y un agradable “food court” en el centro que siempre está a rebosar de gente. Los fines de semana tocan música en directo y la selección de tiendas es más personal. Está localizado en uno de los dos barrios residenciales más importantes de Nairobi, nido para embajadas y oficinas de UN.
W
VM
Sunday, September 5, 2010 0 comments

una serie de despropósitos

Uno se cree que sabe hacer diving. Sobre todo cuando llega a un trozo de paraíso en medio de todo y de nada. Un individuo corpulento del lodge al que hemos bautizado de Carlos, equipado hasta las cejas sufre el síndrome del mono tema diving y no deja de comentar lo increíbles que son estos fondos y los perro-peces (*manadas que no se asustan del humano) que ha visto cada día. Muchas ganas. Ha pasado un año ¿y? esto es como lo de ir en bici, nunca se olvida.
Por el contrario, M no sabe hacer diving. Sí, ha bajado con una botella minúscula de O2 a comprobar que el ancla este bien colocada. Lo dicho, no sabe hacer diving.
En el lodge, M emocionado se apunta a un curso para sacarse el título open water. Sufi, el instructor, es un zanzibareño arisco y temperamental con quien la última alumna pasó tan mal trago que no creo que vuelva a sumergirse en su vida. M hace grandes migas con Sufi. Repito, un instructor bruto y con muy poca paciencia. Hacen la primera clase en la piscina – un clásico -mientras madre y yo lo miramos atónitas, el chaval está como en su casa. Pancho. Hace un sol de justicia ecuatoriana.
Aquella misma tarde salimos a inmersionarnos por primera vez desde que llegamos. Es decir justo después de pasar el día de precaución tras un vuelo. Mientras comemos, le contamos a M el par de trucos que un día nuestro instructor Pitu, un hombre agradable, que habla por los codos fuera y dentro del agua, paciente y cariñoso compartió con nosotras. Que si descomprime todo el rato, que si mueve la mandíbula, que si pega los brazos al cuerpo y unos largos etc’s. Yo ya estoy rozando mi actitud chula playas y piscinas frente a mi novio. El pobre es novato, madre y yo por el contrario sabemos hacer diving.
Bien, ya estamos en la barca. Enfundados en neopreno y con cara de felicianos. M sigue pancho. Madre y yo seguimos atónitas. Carlos por supuesto, también viene y se ha traído las barracudas de la conversación de la noche anterior + 5 capas de neopreno. Oh. ¿Hará frío o será un flipado? Nos decantamos por el flipado. El barco empieza a reducir motor, momento de colocarse los últimos artilugios del equipo; gafas con escupitajo incorporado –truco archiconocido por los experimentados divers-, escarpines, patos…
“Dónde están mis patos?” – nos dice M que ya no está tan pancho.
Sufi nos mira para ver si estamos todos listos y entonces se da cuenta de la catástrofe. Su alumno no tiene patos! El arisco y temperamental instructor empieza a perder la compostura y nos lanza así en general un par de miradas asesinas. Al rato se da cuenta de que es culpa de uno de sus ayudantes que se los dejó en la piscina, eso le cabrea más. Aún así, le dice a M que ahora que ya está aquí se meterá sin ellos. Lógico. Pitu habría hecho lo mismo.
M le dice que sí y se queda tan pancho, one more time. Madre y yo rescatamos los ojos de plato, bajar sin patos es una animalada! Nosotras lo sabemos porque sabemos hacer diving.
Nos colocamos todos en el borde del barco en posición de lanzamiento de espaldas cual saco de patatas y en uno de mis momentos de comprobación paranoica del funcionamiento correcto del regulador empieza a salir aire a chorro, acompañado de un ruido muy estresante. Empiezo a hacer movimientos estúpidos para ver si con un poco de suerte el ruido para. Aquí no para ni Dios. Sufi se acerca para arreglar el pequeño principio de drama. Todo en orden de nuevo.
“Nos tiramos a la de 3 todos juntos” – dice Sufi
“Todos a la vez??” – lo que se me abre es la boca, ya tengo los ojos achinados dentro de la máscara con escupitajo incorporado. Es una animalada! Pitu nunca lo permitiría.
“Nosotros nos tiraremos uno a uno” – dice madre con serenidad.
Poff. Poff. Poff. Ya flotamos en el agua. Sufi nos llama, al parecer al tirarnos uno a uno hemos perdido 3 minutos de su paciencia y el individuo ya está gesticulando en la bolla roja portable que ha decidido colocar a unos muchos metros de distancia. No pasa nada, somos divers, sabemos acercarnos a la bolla de espaldas con el mínimo esfuerzo. M por el contrario no es diver y no tiene patos! Empieza el pataleo exhaustivo de esta operación. Imaginaros el cuadro.
Sufi nos indica con la mano el momento de sumergirse. Vamos pallá.
Empezamos a bajar pero madre no consigue sumergirse. Decido ascender para comprobar que todo vaya bien con mi padi. Madre desciende muy despacio pero al poco se queda parada. El peso no es suficiente. Sufi está en el fondo agarrando a M que dentro del agua y sin patos es como un muñeco hinchable. Sufi nos llama con la mano, empieza a perder la paciencia de nuevo. Miro a madre y le digo que vaya con calma. Con tanto subir y bajar empieza el dolor de oídos. Sufi me mira y con un gesto brusco me indica que coja a madre y tire de ella hacia abajo. Como si fuera tan fácil. Conseguimos llegar al fondo pero mis oídos no están finos. Sufi quiere colocarle más peso a madre y para tener controlado a M le hace agarrarse a un pedrusco de coral. Al poco rato M se da cuenta de que es el coral el que está agarrado a él. Ahora es un muñeco hinchable sacudido por la marea con pedrusco en mano incorporado. Eso sí, sigue tratando de hacer de sus pies un motorcillo fueraborda. No hay éxito. Llegado este punto madre y yo ya vamos acojonadas con Sufi. Tiene peor mala leche dentro del agua que fuera si eso es posible. Sufi estresado decide coger a M por el brazo y arrastrarlo como un cebo mientras M respira que te respirarás va dándole al motorcillo para tratar de avanzar horizontal. Por mucho que le aconsejáramos durante la comida que pegara los brazos al cuerpo en este caso es imposible, necesitaba pies brazos y pelos de la cabeza para mantener el equilibrio. Madre intenta poner orden y mantener al “grupo” unido pero el pataleo de M es tan aparatoso que va dejando una estelilla que (a) no nos deja ver pescado alguno – creo que con el show se han ido todos por aletas aunque según cuente Carlos son como perros y (b) nos cuesta ver la distancia de prudencia y de cada 5 pataleos recibimos 1.
Evidentemente esta inmersión termina con la reserva de M. Con 30 minutos de motorcillo se ha pulido 150 de aire. Subimos.
Madre y yo tiritando. Resulta que Carlos no era un flipado, sus 5 capas nos habrían ido de perlas. Hay una segunda inmersión. Madre y yo decidimos no hacerla y esperar al día siguiente. Murphy aprieta pero no ahoga, es primo hermano de Dios todopoderosos. Sufi mira a M, “tú sí que entraras no?” M lo mira/nos mira y dice “vale”. Los patos de la madre pasan a M que por fin podrá experimentar lo que es hacer diving. M se recoloca el material. Sufi se mira sus pies, una, dos, tres veces con cara de no entender nada. El instructor balbucea mirando a M y le señala los pies con cara de malas pulgas. Llegado este punto la paranoia le invade y empieza a creer que este “gurpo” le ha tocado para poner a prueba sus capacidades. Ahora, todos estamos mirando los pies de M. Se ha puesto los escarpines al revés! Y que se puede esperar cuando una persona es lanzada a las profundidades marinas a patalear como un desgraciado. Uno pierde el oremus.
M y Sufi completan el segundo diving sin percances significativos y todos regresamos.
Aquel día nos quedó claro que quizá hacer diving no sea como ir en bici. El primer diving de la temporada depende de si pones un Sufi en tu vida.
Aún así, acabamos haciendo migas con él. El penúltimo día vimos una madre ballena con su cría de camino al punto de inmersión. Bajo el agua, manadas enromes de peces-perro de aquellos de los que Carlos hablaba non-stop, tiburones y arrecifes maravillosos de coral.
Frente a la fogata con cerveza en mano, Sufi nos confesó que M – que ya sabe hacer diving - era el alumno más aventajado que había tenido.

Friday, September 3, 2010 2 comments

MC STORE in Nairobi (Parte I)

Hace ya un año, decidimos entrar con tiendas propias “mille collines” en el mercado del Este de África.
Y hace ya un año, abrimos en Kigali la primera. Una tienda que vio nacer la línea más joven, desenfadada y relajada de la marca. mille collines KUKUA.
Kukua, significa en swahili crecer. Crecer en ofrecer cada vez más trabajo a un número más elevado de personas, crecer en dar eco a un producto fabricado por los africanos y crecer en aprender día a día.
Y así fue, esta línea nos ayudó a crecer a todos. Nació del pulso de nuestros clientes en tierras ruandesas. Nos adaptamos a la demanda y le dimos forma a una tienda que nos enseñaría de manera muy agradecida cómo dirigir y como no dirigir un departamento de retail.
Siguiendo con la estrategia, nos plantamos en Nairobi el pasado noviembre. Hacía sol cegador ecuatoriano y había un atasco importante para entrar en la capital; de esos potentes en los que de camino al fin del mundo te venden utensilios para automóvil, grillos a la brasa, películas infantiles que esconden cine porno, cachorros de perro con pedigríes falsos y etc. Un paseo que te puede cambiar la vida el día que estés menos inspirado.
Llevábamos un guión en mano que la asesora de marketing de MC - Elena Salcedo -nos había preparado para esta operación. Nuestro objetivo estaba clarito; identificar el mejor centro comercial dónde situar la primera tienda mille collines. Hasta aquí fácil ¿no?
En Nairobi todo va de centros comerciales y su localización cambia radicalmente el tráfico de clientes y la calidad de las tiendas. Al ser una macro urbe (aprox.5 millones de habitantes) sus gentes se agrupan por zonas en las que crean una micro atmosfera para no tener que cruzar sus fronteras muy a menudo. Cada una de estas zonas está conquistada por uno o más centros comerciales donde el individuo nairo-bense puede acampar sin problemas sabiendo que sobrevivirá, satisfacerá su diverso afán consumista y podrá echarse unas risas en los distintos spots dedicados a divertir el alma.
Nuestra misión:
(1) Identificar zonas dónde co-habiten distintas potenciales compradoras de los trapos mille collines.
(2) Identificar esas islas comerciales en las que sobreviven, consumen y se divierten.
(3) Enfundarnos en un traje chaqueta digno y visitar con dossier en mano el departamento de "property management" para presentar la empresa.
(4) Echarse unos rezos católicos, por aquello de que para algo hicimos la comunión o apretar 5 veces el llavero herradura de caballo de aquel viejo amigo de Extremadura. La suerte es BÁSICA.
(5) Cazar al vuelo la palabra “espacio disponible” seguida de tamaño inferior a 150 m2. Sacar catálogo con un movimiento rápido de muñeca y venderse tan bien que se vean incapaces de rechazar tu oferta pese a que: tu empresa es joven, no tienes ninguna otra tienda en Nairobi y está dirigida por dos chavales con cara de haberse caído del nido un domingo de manta-sofá.

Lo cierto es que los potenciales locales comerciales en Nairobi están muy demandados y hay una oferta muy pequeña. Vamos, el paraíso del retailer! La tienda a pie de calle no es un formato viable y poner un chiringuito en un centro comercial se convierte en una carrera de caballos dónde el que llega tarde no tiene derecho ni a participar. Y tarde no es tarde como en, “ufff, hace un año que lo tenemos todo lleno y los contratos son a 6” tarde como en: “vaya, lo sentimos, has venido justo un día después de que diéramos el último local disponible a otro jinete”.
 
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