El jueves partimos de Kigali con el sol de cara. Tenemos una reunión en Butare con “el abuelo del estaño” para ver las muestras y el taller. Emmanuel nos acompañaba sin poder ocultar la emoción de volver a pisar Butare, la primera ciudad que acojió sus inquietudes. Durante el trayecto, nos enseña las casas derruidas durante la guerra que aún descansan a pie de carretera. Casas fantasma que entonces pertenecieron a familias tutsi. Viajar con Emmanuel es cómo recrear una historia a cámara lenta y en voz muy bajita, una historia de la que muchos no quieren hablar.
Con una moto de viento fresco en la cara, sol africano en potencia y muchos verdes yocres que hablan de Ruanda llegamos a la estañería. Una utopía para África. Senderitos de piedra, flores plantadas ordenadamente, biciletas aparcadas en la puerta y mucho silencio de concentración en el trabajo.
Nos recibe Bernat, el subdirector del taller y supervisor de todo el proceso. Con Bernat hacemos un tour por las las distintas alas de creación. Taller de moldes y hornos para fundir lingotes de estaño, taller de forma, taller de brunisaje, taller de pulido, taller de soldado etc.
En todos un equipo copioso de trabajadores concentrados, meticulosos y silenciosos. Tan concentrados que nuestra llegada no les distrae. Impecables.
Tras la visita nos recibe Antoine Bizmani, nuestro contacto del estaño, un hombre de entrañable infinito. El director. Nos sentamos con él en la sala de exposiciones, rodeados de creaciones artesanales enmarcadas en muebles de madera. Nuestras muestras estan ya preparadas encima de la mesa.
Bernat; yo; Antoine y Marc
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Estamos enlatados en una cafetera (furgoneta) de camino a un pueblecito perdido en la provincia de Nyanza, dónde nace Emmanuel en 1986. La cafetera nos deja a pie de carretera, en un pueblo rectangular con un supermercado escaso y varias agrupaciones de casas de lata y adobe.
- Emmanuel, Muraho! - Varias personas han descubierto la llegada de un visitante atípico y se acercan a abrazarle. Hace muchos veranos que no se deja caer por allí. Desde este primer pueblecito cojemos unas motos para llegar al suyo. Nos alejamos de la carretera derrapando por caminos de tierra, el paisaje es cada vez más bonito. Los límites del camino están perfilados por eucaliptus. Viendo a Emmanuel eufórico, moviéndose y chillando encima de la moto, consigo imaginar su infancia en estas tierras y lo diferente que es su vida ahora; se ha convertido en un chico de ciudad. Desde fuera, parece el pueblo perfecto en el que un niño querría crecer. Me imagino a esa niña mientras seguimos bajando. Las motos se desvian de repente por un sendero lleno de desniveles. Paramos. Ya hemos llegado. Frente a nosotros se extienden numerosas colinas. El pueblo de Emmanuel es una amplitud de terreno en la que podemos descubrir algunas casas dispersamente colocadas. La luz es de atardecer perfecta, empezamos a descender.
Primera parada. La casa dónde Emmanuele creció junto a su madre y a su hermana Alice, después de que su padre los dejara para casarse con otra mujer y poder así aumentar su descendencia. Queda muy poco de la construcción; tan solo algunos muros y una ventana que no cuesta demasiado adivinar. Había sido una casa preciosa, nos explica él, ya no puede apreciarse. Seguimos nuestro camino. Una gran bajada y de fondo un rebaño de cabras y vacas guiadas por su pastor, la panorámica es de pupilas muy cerradas y pelos de punta. Muchos de los vecinos se asoman incrédulos al ver aparecer a Emmanuele. En el pueblo la vida avanza a ritmo de sonata a piano; muy despacito, casi cómo cansada. El sol introduce a la luna cada atardecer, y ella asímismo vuelve a introducir al sol. La monotonía de los días queda perturbada por la llegada de alguien sin previo aviso, Emmanuele trae la sorpesa de la que alimentarán sus conversaciones el resto de la semana.
La mayoría de sus vecinos Hutu, juzgados por los tribunales locales de Gacaca y liberados, hoy vuelven a habitar las tierras. Se acercan a Emmanuele con remordimientos, pidiendole disculpas entre dientes por aquellos pecados que cometieron entonces, suplicando con ojos de culpa el perdón de Dios, todo poderoso. Él les saluda educadamente, pero sería incapaz de volver a vivir en el pueblo, entre todas sus gentes. Una coletilla de vecinos nos sigue colina abajo y la palabra wazungu (blanco) resuena entre risas inumerables veces. A los vecinos y sus risas se une una vaquilla recién nacida, tiene ganas de jugar y nos persigue dando botes alocados sin llegar a tocarnos. Tampoco nosotros podemos tocarla a ella. Cruzamos varios riachuelos. Confirmado, las habanas no son el mejor calzado para la provincia. Empacho de fotografías. Ascendemos la siguiente colina, algunas nube grises y enfadadas asoman por el horizonte a cámara rápida. - Lluvia?- pregunto. – No, son solo algunas nubes pasajeras – contesta Emmanuele. Nada puede estropearle este momento, las nubes grises pueden pintarse de azul. A lo lejos, una mujer caba la tierra con enegía. Al vernos, corre hacia Emmanuele y le abraza con muchísima fuerza. Es Alphonsine. Una vecina que se salvó durante la guerra por estar casada con un Hutu. Sin ella, Emmanuele y su hermana Alice no seguirían con vida hoy.
Las nubes que habíamos pintado se resisten a ser azules y empiezan a juntarse, oímos truenos a lo lejos. Para entonces ya estamos en la casa en la que Emmanuele nació, antes de que su padre se casara con otra mujer. Empieza a llover y nos refugiamos adentro. Su hermanastra, que vive hoy en la casa nos enseña el interior. Está oscuro, las paredes están desnudas y los suelos forrados de alfombras de rafia; la pequeña habitación de Emmanuele está tal y como él la dejó en su última visita. Un cepillo de pelo casi sin púas, un colchón en el suelo y una pequeña ventana de adobe desde la que vemos al pastor guiando sus vacas. Nos preparamos para salir a plena lluvia y a pelo, sólo queda una hora y media para que pase la última cafetera para poder volver a Kigali. Corremos colina abajo y colina arriba, (apunte; derrapo colina arriba y colina abajo), nos despedimos de todos aquellos que vamos dejando atrás. Intentamos contactar con las motos que nos han dejado en el pueblo a la ida, no hay cobertura. La vuelta andando no es una opción. Ya es de noche. Sigue lloviendo muy fuerte, la carretera está desierta pero encontramos algunos vecinos dispersos que se acercan a socorrernos. Tenemos que encontrar algún modo de tranportarnos hasta el pueblo de la carretera. Pasan varios pares de minutos y a lo lejos vemos llegar un vehículo no identificado. Es un camión que conduce macabro colina arriba con prisas de llegar a casa y meterse en la cama. Nuestros socorristas chillan descosidos para atraer la atención del camión pero pasa de largo, va demasiado rápido para poder frenar a tiempo. Incrédulos observamos la escena pero hemos menospreciado la bondad del conductor, el camión frena en seco y corremos desconsolados dispuestos a subirnos encima de la basura que está cargada detrás. Seguimos menospreciando la bondad del conductor, nos suben apiñados en cabina como fichas de dominó recién tumbadas. Estamos tan apretados como la euforia que nos rodea, no podemos dejar de reír. El camionero bondadoso conduce a mil por hora sobre caminos de piedra y surcos. Nuestras risas están empañando el cristal y tememos por la vida de aquellos que se asoman en el camino a ver la mole pasar en medio de la oscuridad. La aventura no ha terminado, tenemos que encontrar el modo de coger la cafetera a pie de carretera y volver a Kigali. Las horas se han consumido, hemos llegado demasiado tarde.
El escaso supermercado sigue abierto, huele a leche concentrada. Un borracho se acerca a saludarnos, está dispuesto a ayudarnos con la difícil azaña de regresar a Kigali, cada vehículo que asoma es un motivo para el borracho de obstaculizar el paso con señales de humo en código morse. No hay suerte, vehículos con destino a Nyanza. Empezamos a plantearnos pasar la noche en el pueblo rectangular pero mañana tenemos que amanecer en Kigali, empieza a refrescar mucho y seguimos mojados. Un coche frena tras las señales de humo del borracho, es un 4x4 muy moderno, decido acercarme sin esperanzas y probar suerte. Percibimos la pena que le despertamos al conductor; a pie de carretera, en medio de la noche, mojados como pollos suplicando misericordia. Pedimos un hueco en el maletero pero de nuevo la suerte nos favorece y nos dejan subir atrás. Nos enlatamos agradecidos. Un señor burundés al volante, musulmán a juzgar por el aspecto de su mujer copilotando con el velo impoluto. Un individuo no identficado detrás que fantasea con casarse con una blanca. Emmanuele, Marc y yo encima, retorcida como un clavo mal clavado. Con la estampa descrita besamos Kigali.
Las nubes pintadas aquella tarde quedan ya muy lejos pero simpre recordaremos que se resistieron a ser azules.
- A mis hermanas, Cris y Marta; porque esta experiencia la habríamos adoptado juntas.
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Conocimos a Clément durante el mes de abril, en la primera etapa de este proyecto. Caminaba sin rumbo por la calle comercial de Kigali y Antoinette le pidió que nos acompañara a ver “bitengues” (paños africanos); nos comimos la tarde hablando de la vida. Su francés era impecable. Muy pronto descubrimos que en su cabeza siempre había música. Se pasaba los días visitando amigos o conocidos que pudieran dejarle una guitarra con la que tocar o unos minutos para escucharla. Admiraba el sonido de la guitarra española pero no conocía a Paco de Lucía. Después de aquella intensa tarde, no volvimos a ver al chico guitarra.
La mayoría de ruandeses esconden una historia dura y difícil. Clément también arrastraba una. Su padre era diplomático y vivieron cinco años de su vida en París. Es el hermano más pequeño de cuatro y no pudo retener mucho de aquellos años en Europa en los que él apenas había cumplido los seis. A su regreso a Ruanda, la guerra estaba muy cerca. Pertenecientes a la mayoría étnica Bahutu, sus padres fueron de la minoría que escondió a amigos Batutsi para que las agrupaciones Bahutu - armadas con machetes, fusiles antiguos y otras herramientas de agricultura - no los encontraran. Descubrieron su secreto y pasaron cinco años de su vida en prisión. Durante ese tiempo, el padre de Clément murió y a los pocos meses también falleció su madre. Hoy Clément vive bajo responsabilidad de su hermano mayor.
A mi regreso a Ruanda en Julio, decidí traer una guitarra española para Clément. Hoy se pasa ocho horas tocando en su casa y ha encontrado el modo de materializar todas aquellas armonías que sonaban en su cabeza. Muchas tardes pares en las que disfrutamos de electricidad, Clément se acerca a casa para tocarnos las nuevas canciones que ha compuesto. Es un lujo estar ahí.
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Se despertó un día y decididió dibujarla. Borró, redondeó y perfiló sobre papel la expresión de sus manos para que ellas le presentarán todo lo demás. Moldeó su pequeña cabeza con tanto cuidado que resultaba siempre demasiado redonda. Al Conseguir asomar su pequeña nariz con timidez tenía que dejarle sitio a la boca, sitio suficiente para muchas sonrisas. Los ojos siameses tratarlos con regla y muchos pares de milímetros. Clavos por articulaciones, pequeños agujeros a los que regalar hilos cargados de vida y lima, mucha lima para pulir su expresión. Varias capas de pintura para darle color y unos ropajes cosidos a mano que nos cabrían en un puño.
La marioneta estaba terminada y el viejo artesano la colgó en su antigua tienda junto a las demás creaciones a la espera de ser compradas.
“Mille Collines” está hecha a mano. No existe una pieza exacta a la anterior ni tampoco grandes cantidades dentro de un mismo modelo. Nunca podrá llegar al gran público porque la elaboración de cada modelo es minuciosa y requiere mucho tiempo. “Mille Collines” cree en el arte de la artesanía y en el lujo de lo esencial.
Las marionetas del artesano nunca serán perfectas.
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Wednesday, September 27, 2006
KIGALILIFE
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Combatir la ignorancia que es el origen de la pobreza
Tujijurane nace en 1998 en uno de los barrios más pobres de Kigali, Kacyru. Nace del valiente deseo de combatir la ignorancia ofreciendo formación de calidad a personas cuyo nivel económico nunca podría pagarla.
Despierta con 20 miembros, mayoritariamente mujeres. Madres de familia con afán de superación y sueños que se repiten, sueños en los que un día consiguen ganarse la vida; trenzando cabezas, fabricando jabón con aceite de palma, moldeando jarrones de arcilla, cosiendo uniformes escolares ... Hoy 140 madres han encontrado esa manera de ganarse la vida mientras sus hijos estudian en la guardería de la asociación.
Hoy Tujijurane cuenta con más de 270 miembros repartidos en los distintos talleres de formación y la guardería de infancia.
a. Taller de costura: 36 miembros
b. Peluquería: 20 miembros
c. Taller de artesanía: 20 miembros
d. Taller de alfabetización: 32 miembros
e. Taller de danza tradicional: 22 miembros
f. Guardería de infancia: 128 niños, 7 trabajadores
Tujijurane trabaja cada día para seguir desarrollándose. Los taller se están quedando pequeños y los niños crecen, crecen con la necesidad y el nivel suficiente para empezar su formación primaria. En enero del año que entra, la asociación habilitará sus espacios para comenzar con los tres primeros niveles de escolarización primaria.
Cuando entras en Tujijurane, en una esquina discreta puedes ver un póster grande y muy envejecido en el que un arquitecto un día dibujó el plano para un colegio primario. Encima del plano, con letras irregulares cargadas de humildad puedes leer: “Our dream” - nuestro sueño – Si algún día le preguntarais a Antoinette Mukakalisa, creadora y Presidenta de la asociación Tujijurane, por ese sueño, te miraría fijamente a los ojos con emoción de lágrimas cerradas en un puño y te contestaría:
“Sé que algún día llegará, con dulzura, poquito a poco, llegará. Estaremos esperando”.
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A nuestra pequeña familia del taller se han unido porfín todos los familiares. Hoy una gran familia trabajando en equipo para pulir las producciones y sacarles brillo. Nuestras tias de la región de Gitarama están trabajando con mucha delicadeza los botones que llevarán muchas de nuestras prendas. El abuelo del estaño envia a Butare (segunda ciudad de Ruanda) las primeras creaciones que se trabajaran entre manos y larga paciencia. Nuestra madrina Agnes dirije la asociación de bordadoras y los padrinos curten el cuero de vaca y cabra en la fábrica de Nyamirambo en Kigali.
Nuestra familia del taller central va creciendo con sigilo. La llegada de Carlos contagió la de Venant, un costurero limpio en palabras. Igual de discreto cosiendo que existiendo. Un rombo de cuatro hojas. A cuatro semanas de la meta ya hemos fijado con pegamento imedio los equipos de “Mille collines”.
Hoy queremos darle las gracias a “che vendant” el restaurante que ha llenado nuestros buches la mayoría de los días y nos ha hecho sentir como en casa. Agradecemos su extenso menú, extenso en variedad y no en posibilidad; 5 platos salvables y muchas bebidas con las que combinarlos. Gracias por el “pollo garni” a la barbacoa y por su color a pollo (pollo de esos que cojen carrerilla para caminar, método muy olvidado en el pollo español), gracias por el “avocat vinagrette” simple de vinagrette y de aguacate, gracias por la “omelette nature” para los días más sanos bañados en aceite de palma, gracias por el croque monsieur que se negó a hacerse llamar bikini (francés tenía que ser), y gracias finalmente al nuevo descubrimiento de las brochetas de “chèvre” para las que tuvimos que apostar una noche muy oscura, contaminada por la arrogante charla de Stephen y una alta dosis de cerveza Mützing 65cl rodeada de embassy, tabaco ruandés.
Recordaremos “che vendant” por la profesionalidad y el encanto de Theodor, el manager, que siempre está dispuesto a preguntarte por tu día y desearte una comida agradable. Por la dulzura y la efectividad de Ridense, nuestra camarera preferida que ya sabe que a las 12 queremos el combo de coca-cola y fanta citron. Por el resto del equipo siempre dispuesto y el que no está tan dispuesto los domingos, día de fiesta de los demás.
Y hablando de “che vendant” nos vamos para allá, es domingo por la noche y toca “brochette de chèvre” a 70 centímos de euro.
Una economia basada en la agricultura de subsistencia
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Son las 8.30 de la mañana y ya estamos sentados en el sillón de terciopelo acrílico organizando la jornada. Christoph tenía un as verde guardado en la manga. Su hermano es Carlos, el mejor costurero de la ciudad y un elemento del que había oído hablar en numerosas ocasiones con tanta admiración como miedo. Miedo porque ha escapado de la mayoría de los sitios en los que ha empezado a trabajar, arrastrado por el aburrimiento de la falta de clientela o del nivel básico de los encargos. Aprendió la costura de la mano de un sastre francés, de picada muy fina y visión vanguardista. Mucha conversación intensa con Christoph ayer por la noche.
“Carlos es una persona muy especial. Trabaja a su manera pero es un costurero excepcional, creo que este proyecto es una oportunidad muy interesante para él.”
Estamos a mitad de producción y los balanceos en barca de Claude sumado al ritmo pausado y abanicado de los africanos nos están retrasando un poco el programa. Tenemos que meter el riesgo en la cama y taparlo bien tapadito para que no se enfríe. Accedemos a conocer a Carlos.
Dos zapatitos de cuero blanco desgastado, pantalón de pinzas, camisa tirolesa y una americana de cuadros claros visten al tipo que estamos esperando. Ese es Carlos. Un personaje de estatura baja, complexión delgada y expresión cansada. Se mueve ágil y nervioso. Nos observa con más ojos de los que tiene en la cara, sobrado de humildad. Le explicamos el proyecto con mucha paciencia y dejamos que vaya entendiendo poquito de la mano de poquito. Tiene ojos de platos. Carlos puede ser el personaje perfecto para moldear las piezas de pasarela. Está dispuesto a empezar hoy mismo así que le adjudicamos una pieza de producción para probar su nivel.
El sábado, día de cobro, Carlos nos demuestra su rapidez trabajando y la calidad de la que se rodea. El taller ya conocía a Carlos, Kigali es como un pueblecito. Se ha incorporado con un apretado abrazado y un buen puñado de carcajadas nostálgicas. Sus zapatitos blancos resuenan arrastrados por todo el taller.
Un equipo nuevo se une a la expedición, se trata de la cooperativa de estaño de Ruanda. Artesanos que trabajan a mano todo tipo de creaciones en estaño 99%. La cooperativa estuvo formada por un ruandés que estudió un “stage” en Francia de artesanía orfebre y un monje benedictino especializado también en la orfebrería. Nuestro contacto es Antoine Bizimani, director de la cooperativa. Fijaremos una cita con él la semana que viene para hablarle de nuestro proyecto y de nuestras creaciones para la línea de complementos. Parece un tipo encantador y muy dispuesto.
Nuestra "caisse de couture". Fabricada en cuero, perfecta para llevar los imprescindibles: hilo, tijeras, cinta métrica, alfileres, agujas, tiza etc.
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Sentarse a tomar el fresco en la terraza de casa es congelar un momento propio para percibir muchos de los que te rodean. Juegas al escondite de miradas con todos aquellos que a su vez han congelado sus momentos y te estan observando. ¿Quién observa a quién?
Sombrillas cuatricolor del restaurante ugandés de debajo se pliegan y despliegan durante todo el día. En segunda línea, una obra que lleva tres meses sin evolucionar es siempre cómodo asiento para un buen puñado de peones que consumen sus dias colgados de andamios de madera esperando un milagro. Desde aquí se puede ver la inmensidad de esta ciudad. Sus colinas nos regalan una panorámica de contrastes que mis ojos han aprendido a embellecer. Por el cielo planean los centinelas de la ciudad; astutos halcones que vigilan cada rincón. Si eres afortunado puedes presenciar la espectacular escena. Uno de los centinelas divisa una presa potencial y se lanza en picado desde 20 metros de altura para cazarla. Balas. Sobre las 8 de la mañana se levanta el viento y comienza a bailar nuestra colada pendiente de un cable. Momento de descongelarse y bajar al taller.
África es el continente más pobre del mundo. No lo es por casualidad ni por azar. Es un continente tan rico en oportunidades como en mentalidades carentes de cultura, perspectiva y responsabilidad. El proyecto se ve amenazado cada dia por dichas carencias y hay que luchar con destreza para sortearlas o enderezarlas.
Claude es indisciplinado, la irresponsable y la vago. Un costurero altamente cualificado, probablmente uno de los mejores costureros del taller pero como ocurre con muchísimos africanos no conoce la profesionalidad; constancia, responsabildad, disciplina y una visión que viaje más allá de cubrir la comida de mañana. Son mentalidades como la de Claude las que impiden evolucionar un país y las que nublarían las ilusiones que impulsan un proyecto como este. Ingenuos, soñamos que el buen ejemplo de unos contagiará a otros. Coger carrerilla y observar de nuevo. Solo por la seriedad, la esperanza y la motivación de otros aunque sean pocos, muy pocos, merece la pena intentar cambiar algo.
(Las motos han vuelto! Siiiiiiiiiiiiii. El gobierno rectifica un error puesto que miles de trabajadores aún no habían terminado de pagar las hipótecas de sus vehículos.)
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Atraco, todo empieza con un atraco express. No de esos que aparecen en formato de media en la cabeza y cuchillo automático en mano sino de la compañía de cafeteras con ruedas (furgonetas de paleta de principios de los 90, siendo generosos) que transportan a sus pasajeros acalorados y enlatados. Ventajas: precio asequible para cualquier bolsillo. Desventajas: capacidad de 19 pasajeros, decibelios musicales a elección de Mr. Chofer, y olores apretujados e intensos. Imprescindible una bocina para espantar a los peatones multitudianarios (a veces inespantables despedidos de la carretera de un golpe) y un conductor capaz de sortear fosas en la carretera e incapaz de evitar algunas.
Con el folclore llegamos a Giseny. Provincia situada al nord-oeste del país con preciosas vistas al lago Kivu. Cojemos dos moto-taxis (legales en esta zona, fiuuu) despegamos en busca de una fábrica de cuero de coordenadas desconocidas. Paisaje espectacular, rural por todaas sus esquinas. Una carretera de tierra inclinada, bocinas de nuevo, peligrosos cruces de via y llegamos a un pequeño pueblo. “Cotagirwa: usine de cuir.” Nos adentramos en la fabrica, nuestros pasos hacen eco. No hay ni un alma tan solo un punyado de abejas y moscas, muchas moscas alrededor de trozos de cuero viejo y seco sobre maquinas polvorientas y anticuadas.
- Allo?? Allo??
Ni un alma. Por nuestra cabeza pasa la idea de una siniestra fabrica abandonada ya hace unos anyos. Negativo. La fabrica no esta abandonada solo practicamente inactiva. Aparece de la nada un individuo con poco frances a sus espaldas y muy descolocado de ver dos ‘wasungus’ aterrizar en el culo del mundo. Forman filas. Encontramos a cuatro hombrecitos trabajando desenfadados tres pedazos de monederos y unas campanas para vacas y/o bailes tradicionales. La actividad de la fabrica es tan baja que mas de la mitad de la infrastructura esta abandonada e invadida por enormes nidos de abejas. No hay demanda, el eterno problema de Ruanda. Entendemos rapidamente que no podremos contar con ellos.
Queridas madrinas. Os regalo una foto de Goma para que veiais como esta creciendo. Os informo de que ya es una perrita legal. Solo hizo falta una fugaz visita del Dr. Alphons (con muchas manos extras para ayudar ejem ejem jajaj). Ya lleva su chip, un cockatil molotov incluyendo la vacuna de la rabia y tiene pasaporte propio. Si, chillo muchisimo pero conseguimos que no se escondiera en el armario de la habitacion.
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En Ruanda nunca sabes con quien puedes chocar y debes estar siempre alerta porque todo personaje puede convertirse en una pieza más.
Tercera edición de la Expo Ruanda ’06. Paseamos con Antoinette por todos los espacios dónde ruandeses y vecinos ugandeses, tanzanos, keniatas, burundeses...nos muestran sus pequeñas industrias aún incipientes (en el caso de Ruanda principalmente) de papel de w.c, cerveza de plátano, salsa de tómate natural, nuevas tecnologías, artesanía, colchones de espuma etc.
Antoinette comparte un pequeño espacio con otra asociación para exponer los productos que se fabrican en “Tujijurane”. Es difícil vender a final de mes, nos explica, a la gente ya no le queda dinero para gastar y pasean más para divertir el ojo que para consumir. Suena música de fondo (como en casi todo punto de África), rap de la mano de un grupo ruandés jóven que canta en directo subido a una mesa-escenario. Se venden helados blancos sabor indefinido, un lujo.
Entre la muchedumbre de gente y con algún niño agarrado de la mano de Marc, una estampa ya cotidiana, aparece un personaje de ojos caídos y botas rancheras:
- “Yo hablo espagnol”
Williams. Un artista ruandés con 4 años de carrera de arte en Congo. Coleccionista de idiomas, botas rancheras y gorros de promoción. Aprende autodidacta el italiano, español, inglés y ahora en proceso de alemán y chino. Su español es buenísimo. Nos cuenta que es la primera vez que consigue aplicar el idioma en vivo y en directo, anteriormente se las ingeniaba para hablar a través de skype con algún cibernáuta espontáneo.
Despedidas varias y retorno a casa con una alfombra de raffia tirada de precio para la habitación. (Especificaciones de Antoinette: alfombra tradicional usada para consumar el amor en el suelo tras el casamiento, se ríe jjijiji es un ángel.)
La calle y una nueva tarde hacen que choquemos con Williams por segunda vez. Fijamos cita para la mañana en el taller; Williams parece el posible artista para materializar la idea de nuestro logotipo. Hasta la fecha el logotipo ha estado creciendo día a día y Williams ha resultado ser el único artista puntual y serio de toda la ciudad, fiuuuuuuuu.
Ya es uno más.
(El agua sigue de vacaciones. Esta vez ha sido la compañía Electrogaz la que nos ha cortado el acceso de tan preciado bien. Al parecer el antiguo propietario de nuestros bloque de apartamentos es un moroso en potencia de 260,000 francos ruandeses y vamos a tener que ganarnos a los repartidores de agua y luz para que entiendad que no tenemos nada que ver con ello y necesitamos agua. Hoy gestionamos el trámite. Necesitaremos suerte.)
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La llegada de Marc a nuestro taller entre mil colinas ha sido un huracán con alta dosis de profesionalidad y criterio estético. Muchas han sido las personas que han desviado sus vidas; semanas, días o quizá horas para formar parte con fuerza de esta aventura que hoy cuenta por fin con aquella mitad que antes estaba más aquí que allí aunque físicamente lejos. “Muracoze…”
“Señores, señoras, señoritas, señoritos, niños, niñas, perros, canarios, que más da, sed todos bienvenidos al circo dónde las plachas patinan, las tizas se afilan, los alfileres danzan y las tijeras moldean domadas. Eugenie os abrirá paso y acomodará en los asientos, ella es la serenidad y la dulzura perfecta para preparar el espectáculo que aguarda tras la cortina.
¡Que se abra la cortina! Nuestros protagonistas pedalean, suena reggetón de Casterdefels al más puro estilo africano, los componentes del Real Madrid de la promoción del 2004 supervisan el trabajo algo descoloridos.
Antoine, practicante de discreción consigue deslizarse a través del taller pasando siempre desapercibido. Es impecable profesionalidad.
Agnes es el toque femenino en los pedales; es entrañable y rápida. Ha sido todo un descubrimiento.
Christoph es un buen costurero de temple tranquilo mas posee una extraña intuición que le permite percibir hoy la gripe que cojerá mañana. Aún así, nunca hemos visto esa gripe.
Felicien es el padre de esta familia. Risueño, constante, trabajador minucioso…impecable.
Claude, el artista. El indomable y el creativo. Pantalón a cintura y camisa recién planchada pasea frecuente y breve a destinos desconocidos.
- Señores, señoras, señoritas, señoritos, niños, niñas, perros, canarios, que más da, INTERMEDIO de dos dias -
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Cuatro días sin agua resultan eternos. Los platos y cubiertos se amontonan sin orden, los espaguetis no quieren cocinarse solos, el water se convierte en un gasto más que hay que acotar, las duchas suponen un lujo imposible de asumir, los paños recién comprados no podrán lavarse con sal, hacer la colada no es una opción, la temperatura exterior parece aumentar solo para recordarte que no podrás domarla con agua. Es entonces cuando harías cualquier locura por conseguir un bidón de ese bien tan preciado, de esa necesidad primaria para seguir existiendo.
“Amazi” que mágica palabra en kinyarwanda. Recorres las calles bajo un sol que calienta sin respeto y preguntas por “amazi” como si se tratara de un individuo sabio y valioso de barba blanca al que todo el mundo conoce.
No saber cuando nuestro individuo regresará a casa nos convierte en previsores y cuidadosos. Goma no ayuda, pues no conoce la precaria situación por la que estamos pasando. Por la noche, cuando esperas que un milagro te devuelva a “amazi” la electricidad se siente sola y decide partir con el agua para buscar un destino mejor. Dios” te ha abandonado. Decides acostarte con un salón lleno de papeles, pipis de Goma como charcos a saltear, migas de lo que prefieras, velas a punto de morir y muchos cacharros que desearían ser lavados.
Relativizas. Inevitable. Tus necesidades se transforman en una ciudad como Kigali. Hoy nos han regalado 10 minutos de agua a las 20.15 y los he disfrutado como un niño que prueba por vez primera el algodón de azúcar. Cuando oyes ese primer chorro bajar por la ducha que has dejado abierta con la esperanza de que llegue ese momento; GRITAS. Como debe gritar una planta cuando la riegan. Es entonces cuando me doy cuenta de cómo cambia mi vida cuando estoy aquí. Aunque suene humilde, es un privilegio poder contrastar.
(* Trupty, nuestra vecina india del piso de abajo aterrizó en Ruanda hace unos meses. Hoy ha tenido invitados, estaba muy nerviosa, quería que todos se sintieran como en casa. Me ha preparado un plato de comida india para agradecerme que le dejara la silla-cocina que acompaña los muebles de mi casa. Manjar exquisito y muy valorado por toda la comunidad por la escasez de amazi. Gracias Trupty. De la mano del plato folclórico de Trupty he conocido a una encantadora mujercita que vende comida india delante de la parada de furgonetas “okapi”, ahora ya se cómo haré de una noche cualquiera una exótica comida para paladares refinados jijiji)
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El circo ya está en marcha.
Se acabaron los azules cielo y los rojos estridentes de algodón “ginga” ahora tenemos que apostar por estampados atrevidos de los algodones más naturales (Ibitengues: paños ruandeses) para crear los ejemplares definitivos de nuestra colección, los primeros ya están en la incubadora. He instalado mi estudio definitivamente en el taller para no olvidar detalle; lo forma una mesita de madera mantel incluido, un sofá marrón de terciopelo acrílico, vistas a la mesa de la secretaria (Eugenie) y la puerta; recibimos visitas todo el tiempo. Me gustan las coordenadas del estudio. Facilitan la proximidad con los productos creados y con sus creadores. A menudo conozco a personajes que enlazo más tarde con áreas distintas del proyecto (serigrafía para camisetas, proveedores de tejido, ex propietarios de empresas de indumentaria…) es un privilegio estar ahí. El despacho interior lo comparto con Antoinette, de ese modo podemos convocar las reuniones y trabajar con más intimidad.
La cama de la siesta la usamos como caja fuerte para guardar los objetos más valioso que llevamos encima. En casos extremos se convierte en el catre para el costurero que ha cojido malaria o tiene enfermedades digestivas.
Claude está enfermo estos días pero ha intentado ocultarlo. Hace dias que sufre fuertes diarreas y ha perdido el apetito. Ayer le dimos manzana y le obligamos a tumbarse en el catre de siesta a descansar, empezó a comer algo. Hoy se encuentra mucho mejor.
Hemos sufrido una gran perdida. Desde el lunes 21 Monsieur Président, Paul Kagame, ha prohibido la entrada de motos (business motos) al centro de la ciudad. Las estadísticas realizadas por el gobierno demostraban que las motos eran las máximas causantes de los 4 accidentes diarios que tenían lugar en en centro de la ciudad de Kigali. Otros factores han contribuido. El presidente considera que la mayoría de gente evitaba comprarse zapatos nuevos tras la posibilidad de transportarse en moto en vez de caminar.
Voy a echarlas tanto de menos, eso Mr. Kagame no lo sabe. Tan solo 50 centímos (300 francos ruandeses) por pasearte por la ciudad tuvieras o no un objetivo y siempre con la brisa a tu favor para refrescarte (* en este espacio de publicidad no incluímos el riesgo inminente de sufrir graves lesiones o incluso la muerte, viajando en moto por una ciudad sin semáforos, sin casco y en la que la ley del más rápido impera en la vía).
Eran uno de mis momentos de evasión preferidos, habrá que sustiruirlos o viajar hasta Goma dónde todo vale.
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1ª secuela. La primera tras la visita de Marta y Teixi a nuestras mil colinas viene en formato de “bola peluda bicolor con cuatro patas y rabo muy muy delgado”, Goma. Una cachorrita de raza indefinida (que se lo pregunten a la veterinaria ;)) que descubrimos paseando con una manada de niños por los barrios de lava solidificada de la ciudad de Goma, República Democrática de Congo. Frontera con el norte-oeste de Ruanda. Ambas ciudades comparten la inmensidad del lago Kivu pero no su geografía ni su cultura.
Goma se convirtió en una más de tres. Su madre era incapaz de alimentarla, la desnutrición la había dejado sin leche y ella era su último cachorro superviviente. Para seguir con vida comió madera durante Dios sabe cuantos días. Era tan pequeña y estaba tan famélica que no fue difícil saltear con gracia recepciones de hoteles, fronteras, bancos y todo aquello que se nos puso por delante. Nunca olvidaremos la entramada hazaña de extraer más de 100 garrapatas a pinza y linterna de cabeza y despedirlas por la pica del lavabo (“subirán formando filas por la noche Teixi” dum dum dum jajaja) o la primera vez que conseguimos que bebiera leche de nuestros dedos, como soportamos gritos y risas indiscretas de todos aquellos que descubrían que dentro de una cesta amarilla de plástico había un perro (o una gallina jaja), su cuna de raffia que es más lavabo que cuna pese a que nos empeñemos, la primera vez que pisó el piso y levantó la cola, sus interminables siestas en nuestra falda (tres madrinas para repartisela)… Una prolongación de todas nuestras vivencias y la futura fiel amiga de Toni y Cris.
(Ahi va una foto reciente de Goma para las madrinas. Le gusta acurrucarse en el hueco de debajo de la mesa del comedor, se esta fresquito. El pelo se le esta poniendo muy brillante y la piel se esta curando.
Álbum de familia a cargo de Anna Teixidor; no se ha perdido detalle de los primeros pasos de nuestra hija, gracias hoy y mañana.)
Avalancha de visitas inesperadas en este sábado matutino en la madriguera “mille collines”, enlazadas con misteriosas presencias picando a mi puerta ayer noche. Desvelado el misterio; los vecinos que pescamos duchandose justo debajo de nuestra terraza (en mayo con pelusa) se han aventurado a subir y averiguar quien descubría todas sus virtudes en momentos de aseo. Son Dave y Bruce, estudiantes de ingeniería de la universidad de Kigali; me han puesto al día de los “nightclubs” y me han invitado a ver el “fitnessclub” que hay un poco más arriba de nuestra calle, mucha curiosidad.
Minutos después aparece Clément, el chico con vocación de Julio Iglesias africano y un don inminente para los arpegios. Un hombre pegado a la guitarra española que le traje de España. Me invita mañana a una celebración de aún no se qué, en casa de su hermana.
Hoy es fiesta hasta después de comer. Son las elecciones del representante de cada barrio de la ciudad. He aprovechado para lavar a Goma, hemos tomado el sol en la terraza y he adelantado las tablas del programa de producción y los esbozos de los contratos que fijaremos esta tarde en el taller con cada trabajador.
Inicio de la producción: Lunes 21 de Agosto, 2006.
- Proveedor de tejido sarga algodón 100% de Burundi: Mbabazi Carol, “Rwanda tissus”, quartier comercial.
- Paños africanos algodón 100%: Centro ciudad Kigali, boutiques varias / Mercado Virungas en Goma.
- Proveedor de hilos, entretelas y otros materiales: Boutiques varias, quartier comercial, centro ciudad Kigali.
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Anochecer inocente y despertar culpable. Esa es la inestabilidad de los ruandeses. Ser “wasungu” (extranjero,blanco) no ayuda. Yo ya no soy la espectadora y pasajera que atravesaba ajena el país hace un año, ahora soy aquella cara pálida que se cruzan intermitente delante de la ferretería, papelería o supermercado; soy un peón más. Debo trabajarme a pico-pala la confianza de mi barrio.
Ayer entró sigiloso un individuo, descuidando su invitación en casa y con la inquilina barriendo el vestidor. Tentado por la apriencia futurista de mi teléfono “tomó prestado el aparato” y se dio tocatta y fuga. Con su fuga fuimos todos detrás escandalosos, tras las escasas pistas que había dejado a su paso. Acabamos en comisaría con sospechosos varios y teorías pendientes de un hilo.
El taller sigue avanzando sin discreción. Plisados eternos, volúmenes inflados a soplo, rojos estridentes, azules de cielo... son los prototipos que guiaran estas creaciones acunadas cada día entre manos aterciopeladas y precisas. Se acerca el salto mortal de la producción y hay que acabar de mover tejidos y apliques. El circo esta a punto de empezar y estamos prevenidos. Mi mitad, la que está más aquí que allí aunque físicamente lejos (muy lejos) está embarcada ya en mente. Te esperamos infinitos de impaciencia.
A CARGO DE mi incondicional amigo Emanuel (también mi profesor de cocina, lengua kinyaruandan, practicante de delicadeza y aspirante a turismo):
Menú de esta noche: Fusiles con crema de queso cheddar y ensalada tricolor (aguacate, tomate y zanahoria)
Consigue que cada proceso cotidiano sea una vocación, una plegaria.
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Ruanda no nos alisa el camino.
Las secuelas de un genocidio que ha dejado mas de un millon y medio de muertos en cuatro meses escasos son inminentes. Poner en marcha un proyecto asi debe tener en cuenta el binomio perfecto entre la persuasion y la disciplina. Estirar con furza la cuerda rompe el saco de ilusiones de esta gente y les devuelve rapidamente a su estado de letargo, les fascina y con facilidad tumban en horizontal sus actividades para no perder la vocacion.
Las reporteras de "Africa Digna" ya han estado entre nosotros. Trabajan siamesas las imagenes mas acolchadas del proyecto. Aquellas que le mostraran al mundo la incipiente ilusion que alimenta este proyecto. Ellas seran vuestros ojos, les agradecemos enteros su esfuerzo incondicional y su profesionalidad. Las secuelas de su visita las mostraremos en ediciones futuras jijiji.
El equipo del taller central "Mille Collines" ya esta fijado.
Felicien - 1er costurero y responsable del control de calidad
Jean Claude - 2ndo costurero
Antoine - 3er costurero
Christoph - 4rto costurero
Agnes - 5ta costurera
Just - Apliques y plancha
Betty - Modificaciones de punto circular (t-shirts)
"Os pido que aprovechemos cada segundo de esta oportunidad que Dios nos ha concedido, que trabajemos juntos como una familia desde el amor, el respeto y la profesionalidad. El dinero destruye a las personas, lo necesitamos pero os pido que no dejeis que os controle; podeis controlarlo vosotros a el. A por ello."
(Discurso de Antoinette Mukakalisa
-directora del proyecto-
al equipo del taller central. 5-08-06)
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Tan solo un pequenyo camino que ahora es de piedra y antes era de tierra, surcos y a menudo barro, me recuerda que no he estado ahi estos dos meses.
Por lo demas, todo esta congelado, como si Ruanda se hubiera paralizado para que no nos perdieramos nada.
Cuanto os he echado de menos. Antoinette, Joelle, Taty, Emanuele, la mujer rechocha del cibercafe de la que nunca hemos sabido su nombre, el vecino kenyatta James, la etiope Clarece, La galette y su ensalada griega, los apagones inesperados, el agua embotellada, el bullicio incansable de esta ciudad, las masas de ojos clavados en mi mientras camino pacificamente por las aceras levantadas de esta ciudad, mi mitad; que esta mas aqui que alli aunque fisicamente lejos, Irena la business women de las artesanas de Gitarama, Inocence:el portero que vive debajo de la escalera y siempre trata de escurrirse en el piso por las noches...todos ellos son mi vida aqui.
Son mis mil colinas preferidas.
Gracias.
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Entre tapeta y tapeta de papel y frente a una rugosa pared de yeso, trato de secuenciar este viaje. Floto entre estos verdes volcanes, los mismo que pisó Dian Fossey en 1962 por vez primera.
1898 - Ruanda pasa a ser colonia alemana
1916 - Ruanda pasa a manos de Bélgica (I Guerra Mundial)
1945 - Se forman las NU
1962 - Ruanda consigue la independencia
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